jueves, 21 de septiembre de 2017

"Times es el tipo de letra de los mediocres", me dijiste ese día.
Y recuerdo muy bien el gesto que hiciste al decirlo, fue como si hubieses esperado mucho para expulsarlo, un vómito de palabras, el exorcismo de un pensamiento. Solo atiné a mirarte y a sonreír a medias. 

Me hablaste de ti, sentado en las escaleras de tu trabajo. Aquel trabajo que odiabas y que hacías para satisfacer estándares imposibles, en una sociedad capitalista hasta el culo -usando tus propias palabras-. 
Dejé mi bicicleta vieja apoyada en la baranda y me senté a tu lado, solo me dediqué a oírte. De tu tío que había ganado un premio de literatura importante, de tu madre que hacía una gran pie de fresa y de tu papá ausente.
Todo fue terriblemente superficial, por mas profundo que pareciera, nunca te referiste al amor, ni a la tristeza, ni a la soledad. Solo me creaste un cuento con personajes lejanos y poco dimensionados, como si fuese la historia de algún famoso que lees en wikipedia. Supe en ese instante todo el vacío que había en ti, aunque tus ojos estuviesen repletos de cada sentimiento que profetizas absurdo y de cada miedo que arrastraste alguna vez.
No me dio pena. Eres una persona común y corriente, llena de todo y de nada al mismo tiempo. Te sentí un poco como yo y me sentí aliviada. No soportaría estar conversando con alguien que no esté algo roto. ¿Cómo un completo cura a un roto? Es imposible. Solo quienes nos sentimos miserables a veces, sabemos como curarnos. 

Ese día estabas muy bien vestido. Nunca te había visto al salir del trabajo. Te veías pulcro, ordenado y muy guapo, aunque siento que eso no me atrajo de ti.
Tomaste mi bicicleta y la montaste. Me repetiste tres veces que mis piernas son cortas y te moviste con dificultad dando vueltas casi en el mismo sitio. Me puse a pensar, quién te habrá enseñado a manejarla. De repente tu tío el escritor, o tu madre después de hacerte un postre.  Me daba pena imaginar que aprendiste de grande y solo, no sabía si fue así, pero lo presentía. 
"¿Por qué no hablas?" me preguntaste aferrado al manubrio con mucha fuerza.
Bajé la mirada, vi tus zapatos. Marrones y bien lustrados. "Me gusta escucharte" respondí. Sonreíste. Y creo que en ese momento me di cuenta lo que me atrajo de ti, todo era muy sencillo y muy claro cada que sonreías. Parecías tan frágil y real. Tan roto e irreparable, emanando una luz que pocos tienen. No me importaba repararte, eso lo sabía bien. Eras perfecto. 
Me acerqué, sentí tu barba en mis dos manos. Moviste tu boca y yo te besé en la frente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario