Mi alma es un refrán viejo que casi no sirve, me repito. Me recuerda a los espacios donde me encontraba conmigo sentada en el colchón malo en casa de mi papá. Podía escuchar el ruido del mar azotando la arena, o tal vez era mi imaginación reconstruyendo algún momento bonito. A veces quisiera saber que hacías mientras yo estaba ahí. Tantos años atrás. Me gustaría saber si estabas amando, besando, riendo, llorando, o también estabas en la búsqueda consciente de tu inconsciente, esperando obtener respuestas. Me gustaría poder haber visto tu rostro, en cual sea de esas situaciones. Tu sonrisa difuminada por el color de la impresión del pasado, oír tu voz y sentir tus latidos, profundos y distantes. Se que sin conocerte, me hubiese sentido reconfortada.
No me importa cuantos abrazos o besos hayas dado. Seguro brindaste muchas sensaciones que hoy me toca sentir a mi y curaste muchas heridas ajenas entre tus brazos y labios. Eso me hace sentir bien. Tu bondad es muy física, tu nobleza se siente y no se sueña. Tú mas que nadie, mereces haber hecho bien a tu alrededor.
Me apena no haber existido en tus momentos tristes. En las rabias matutinas de saber que sigues vivo cuando sientes que todo se desmorona. En los instantes que fragmentados son una pesadilla. Cuando perdiste a quien mas amabas. Cuando te rompieron el corazón.
Supongo que hubiese querido estar contigo en esos momentos, por mi. Para sentirte y quererte, para añorar juntos tiempos mejores, para vernos desnudos y tal cual somos. No lo sé. Solo entiendo que mis innumerables tropiezos y caídas, buenas y malas rachas, me llevaron a ti. De repente en el momento preciso, para salvarnos de la vida sin el otro.