Nos arrojábamos pausas,
eternamente detenidos,
tus ojos en los míos,
tus manos en mi espalda
y en mis piernas las tuyas,
temblando de cólera y ganas,
nos intuíamos sin resistencia,
yo con mis vacíos,
tú con tus ausencias
entre mis escombros
y tus irreparable recelo,
fuimos todo y fuimos nada.
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