a tu llegada
a tu siniestro,
como las horas
como las horas
de algún cuento
con tonta devoción,
al movimiento insistente
persistente
feroz
vehemente
de mis ojos,
como en un barco
a marea alta
a marea brava
y sin capitán
y a veces temo
que en esa espera
se vaya a hacer costumbre
ir viviendo
con los pies vibrando
con el alma ardiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario